domingo, 17 de enero de 2016

Rincón de escritura 2º ESO


Los alumnos de 2º ESO hemos creado este rincón en el que vamos a iros mostrando algunos de los trabajos que vamos haciendo para la clase de lengua a lo largo del curso.
Son pequeños textos llenos de esfuerzo, interés y creatividad
Comenzamos nuestra andadura con un texto descriptivo de emociones o sentimientos
Esperamos que os guste

2º ESO A
EL PARQUE DE ATRACCIONES
Aquella mañana me levanté con una autoestima más alta de lo normal. Llevaba semanas esperando a que llegara ese día. La espera se me había hecho infinita y a medida que se acercaba el momento los nervios se apoderaban de mí. La idea de que en pocas horas estaría en el parque de atracciones me causaba una euforia desmesurada, me hacía actuar con vehemencia y utilizar numerosas gesticulaciones.
Cuando estábamos en el autobús mis compañeros comenzaron a hablar de accidentes y siniestros que habían tenido lugar en parques de atracciones debido a fallos técnicos. Empecé a exasperarme por todas las sandeces que decían. Creía que no hablaban en serio pues sus palabras y comentarios les hacían parecer ligeramente hipócritas. ¿Qué podía ocurrir en una excursión organizada por el colegio? Pero pronto me llegaron las dudas. Numerosas hipótesis me golpeaban la cabeza.
Podían pasar muchas cosas en un parque de atracciones. Esa ilusión que llevaba conmigo comenzó a irse paulatinamente y la inquietud empezó a surgir dentro de mí.
Elsa 


INSEGURIDAD 
Cuando eres pequeño vives en un mundo de arcoíris, pero cuando creces te das cuenta de todo.
Según te haces mayor, te das cuenta de cómo eres y muchas veces no te gusta. Nadie nos entiende, por eso nos pasamos la mayor parte del tiempo exasperados. Nuestras gesticulaciones son exageradas, tenemos miedo de no gustarle a nadie. Tenemos miedo de lo que nos pasará, como a mí.
Yo tengo miedo de muchas cosas, empezando por mi futuro, no estoy seguro de cómo será y esto me atemoriza. Tengo miedo a terminar en la calle, tirado, y los hipócritas mirándome pareciendo preocupados. Me siento inseguro sobre cómo le caeré a los demás, de si seré importante y de si alguien se preocupará por mí. No me siento seguro, aunque los expertos digan que en esta época de mi vida es cuando más seguridad se siente…
Pablo 


Me encontraba en mi cuarto, recuerdo bien que empecé a las cuatro de la tarde. Faltaban dos semanas para que comenzaran los exámenes.  No me sentía agobiada, me sentía feliz planificando fechas y organizando los estudios .Pasaban las horas y los días, había comenzado a estudiar en serio, era complicado, sentía la presión de tener que estudiar hasta tarde un día tras otro, sumando eso a los deberes…
Empecé a estar exasperada y harta, mi estado de ánimo cambiaba continuamente .Cuando me preguntaban por los exámenes esbozaba una sonrisa hipócrita y, con vehemencia, contestaba: genial, de maravilla… aunque por dentro estaba nerviosa, muy nerviosa. Cuando estudiaba me levantaba y gesticulaba en frente del espejo intentando que la información de tantas asignaturas se grabara en mi cerebro. Por suerte, a pesar del nerviosismo de mi primer año en secundaria y mi primera semana de exámenes, salí airosa con muy buenas notas.
Ariana

2º ESO B
Me encontraba sentado, insatisfecho por mi trabajo, rodeado de felices personas. De repente sonó un timbre y la desazón, la morriña y el temor que tenía de antemano estaba aumentando.
Los que me rodeaban estaban eufóricos y gritando con gran vehemencia, algunas hipócritas personas disimulaban estar jubilosas, pero por sus gesticulaciones aparentaban lo contrario: tristes, apenados, con desazón...
Mi miedo parecía sobrehumano al pensar en la idea de contarle lo ocurrido a mis superiores, tenía pavor de ser humillado o de una sanción.
Mis amigos, que estaban como castañuelas, procuraban animarme y hacerme reír, pero hacía caso omiso de ellos y estaba harto exasperado. El contemplar a mis compañeros con tanta dicha me causaba más desánimo.
Me acerqué a mis superiores y actué con tino y calma, pero debido al horror que tenía no parecía muy convincente, ya pues, no me aguantaba.
-¡Ya no disimularé!¡He suspendido matemáticas!¡Míralo en la plataforma, míralo!¡Pero que el castigo no sea muy severo!
En aquel momento mi miedo y desazón desaparecieron junto a mis nervios, a pesar del castigo la calma y mi alivio sucumbieron mi cuerpo y la tranquilidad que tenía era de agradecer.
Pablo

Era un día soleado del mes de Abril. Volvía a mi casa alegre y nervioso, eufórico e intranquilo, en definitiva, jubiloso y desazonado por haber ganado el partido de fútbol más difícil.
De repente mi alegría se truncó, el pavor y el miedo poco a poco se apoderaron de mí por los gritos raros, mezclas de risas y llantos que de una casa procedían. Los gritos cada vez eran mayores, al igual que mi inquietud y desazón, mi corazón empezó a latir con gran vehemencia. Un alegre anciano que pasaba por allí me invitó a calmar mi angustia e inquietud, pero me sentí exasperado por sus palabras.
De pronto, mi angustia y temor se convirtieron en serenidad y la tranquilidad se apoderó de mi. Logré entrar en la casa y allí encontré a una alegre y jubilosa mujer que gesticulaba eufóricamente con su bebé. ¡Le había tocado la lotería!
Dejé de sentir miedo, tristeza, desazón, e inquietud. Abandoné mi hipócrita sonrisa para dar paso al júbilo, la alegría, la euforia, en definitiva, la satisfacción de haber vivido un día con dos buenas noticias.
Javier

EL EXAMEN 
El reloj de la clase corría y no se detenía por más que yo quisiera pararlo. La sensación tan horrible que tenía me aterrorizaba. Había estudiado mucho.
Me tapé la cara exasperada en un fallido intento de pensar con claridad. Me había quedado en blanco en la primera pregunta. Las manos me empezaron a sudar. Miré histérica a mis compañeros, todos estaban escribiendo muy concentrados, sin hacer una sola pausa.
Tic-tac… ese sonido me martirizaba. Cuando, de repente, la profesora se acercó lentamente, haciendo ruido con sus zapatos de tacón, pero yo solo oía el desesperante ruido del reloj.
La voz de mi profesora me sobresaltó y por poco me caí de mi silla. Estaba asustada, muy asustada. Me sentía como un ratón que va a ser devorado por las enormes fauces de un gato.
El bolígrafo se me resbaló de las manos a causa del sudor. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que todos podían escucharlo. La profesora cogió el examen y tuve que recordarme a mí misma cómo se respiraba.
Le dio la vuelta a mi examen y me dijo que no me preocupase con una voz suave y dulce.
-Te lo repetiré mañana pero necesitas tranquilizarte.
Con estas palabras una enorme sensación de alivio recorrió todo mi cuerpo. Por fin pude dejar de respirar con dificultad, mi corazón se acompasó y le dí las gracias. Las miradas hipócritas de mis compañeros eran indescifrables.
Al día siguiente volví a clase mucho más tranquila. Estaba preparada para hacer el examen.
Cuando mi profesora me puso por segunda vez la hoja blanca en mi mesa las manos me temblaron, pero conseguí controlarme. Hice el examen con vehemencia, de un tirón. Cuando escribí la última palabra, una intensa euforia se apoderó de mi, y cuando bajé al recreo les conté a mis amigas con violentas gesticulaciones lo mal que lo había pasado.
Ana

2º ESO C
No podía creérmelo, la felicidad me invadió el cuerpo. Aquello en lo que insistí con tanta vehemencia se hizo realidad. Hice varias gesticulaciones alegres con la cara mientras pensaba en ello. Recordaba cómo todas las personas a las que se lo dije respondían con hipócritas risas. Ese día estaba exasperado. Toda esta alegría no cabía en mí. Estaba asombrado. El corazón me latía muy rápido. Tenía un cosquilleo en el estómago. Estaba tan alegre que mi cerebro no respondía, empecé a reír sin parar, no podía controlarme. De tanto reír comencé a marearme, perdí el equilibrio y me caí, menos mal que estaba el sofá detrás de mí. Estaba demasiado mareado como para levantarme de nuevo, así que decidí relajarme y poco a poco notaba cómo el mareo cesaba. Con toda aquella emoción tenía mucho calor y abrí la ventana, mientras escuchaba con atención el sonido de la cerradura abriéndose, y me preparé para contárselo a mi madre con mucha emoción.
Nacho

Estaba toda ilusionada y eufórica por el viaje a Estados Unidos cuando de repente, me entró una sensación de desazón y pena al ver que el vuelo se retrasaba dos horas. Estaba tan exasperada y frustrada que acudí con vehemencia al mostrador requiriendo información. Ya en el avión, me encontraba mareada y desorientada por causa del horroroso zumbido que producía en mí el motor de mi lado, el cual persistió y se volvía cada vez más y más intenso. Yo, aunque mi mente seguía ausente, le devolví una hipócrita sonrisa a mi madre para que se quedase tranquila. De repente el piloto anunció un aterrizaje de emergencia y comenzó a sembrarse el pánico en todo el avión. Me sentía confusa, no sabía qué iba a pasar. Tenía miedo, me quería ir a casa, bajarme del avión. Cada vez me ponía más nerviosa y no paraba de andar arriba y abajo. Estaba inquieta. Una sensación de agonía se apoderó de mí. Esa situación era un horror. Solo mirar las gesticulaciones de angustia y desesperación de los pasajeros hacían que mi corazón estuviera a punto de salirse. Por fin, me empezaba a sentir más tranquila y a reaccionar ante aquella situación que me había puesto al borde de la locura y del nerviosismo.
Nuria

Cuando me enteré me quedé sin palabras. Al principio pensé que mi madre era una hipócrita pero no, la pena me invadió e incluso me entraron ganas de llorar. Un sentimiento de melancolía se apoderó de mí. Cuanto más lo pensaba más tristeza y más nostalgia me entraba, pero era imposible no pensar en ello. No recuerdo haber sentido mayor desconsuelo antes. Era una tristeza pesada, me costaba incluso caminar, no terminaba de creérmelo, una tristeza que ni mucho menos se me pasaría de un día para otro, una tristeza que inundó mi corazón por completo, una tristeza sin precedentes. Aquellos días fueron horrorosos, todavía recordaba su cara y tenía la necesidad de estar junto a ella. No tenía ganas de nada, andaba como un alma en pena por la calle, ni siquiera sabía si podría superar aquel sentimiento de pesadumbre. ¿Por qué ella? Me seguía preguntando, pero yo no encontraba respuesta y el sentimiento de tristeza no cesaba, sino que aumentaba cada vez que volvía a pensar en ella. Pero yo no podía pensar en otra cosa, ojalá hubiese podido. En aquellos tristes días bajó mi rendimiento, mis ganas y todo en mí. No quería saber nada de nadie, solo quería volver a abrazarla, pero ya era demasiado tarde. Con tal tristeza pasé aquellos días en los que yo actuaba por vehemencia. Yo estaba exasperado, se me notaba en mis palabras y gesticulaciones. Desde aquel día mi tía descansa en paz.
Alejandro

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